Bajo un manto de estrellas
con bosques y verdes prados
no hallé refugio en ellas
para cubrirme de los rayos.
Feroz tormenta invadía
los parajes de mi ser
y en un árbol que allí había
me acabé por guarecer.
Gotas en punta emanaban
en caída libre y directa
que a mis cabellos mojaban,
menuda fue la tormenta.
Un rayo cayó en otro árbol
al pobre dejó para hoguera
y me hizo correr como galgo
no fuera que a mí me cayera.
Al final de mi carrera
vi una cueva perfecta
y al entrar en la caverna
puso fin la tormenta.
– José Luis Fuentes Sánchez –